El 28 de marzo de 2025, un terremoto de magnitud 7,7 sacudió Birmania y Tailandia, dejando a su paso destrucción y pánico.

Miles de personas vivieron momentos de angustia, entre ellas, un colombiano residente en Bangkok, quien sintió el desastre en uno de los edificios más altos de la ciudad.
Desde el piso 14 de un rascacielos en Bangkok, un colombiano experimentó el pánico de un terremoto como nunca antes. Aunque era originario de Bucaramanga, una ciudad acostumbrada a los sismos, este temblor fue completamente distinto. La estructura del edificio oscilaba violentamente, se escuchaban crujidos en las paredes y algunos objetos comenzaron a caer.
A medida que el sismo avanzaba, la sensación de vulnerabilidad crecía. En la ciudad, el transporte quedó paralizado, muchos edificios sufrieron daños y las grietas en las estructuras generaron temor entre los residentes.
En toda la ciudad se sintió la afectación. Los residentes reportaron daños en sus apartamentos, mientras que algunos, por seguridad, pasaron la noche en hoteles. La incertidumbre crecía con cada réplica, y la población se preparaba para posibles nuevas sacudidas.
A pesar del caos y el miedo, la solidaridad no tardó en aparecer. Equipos de rescate y voluntarios trabajaron sin descanso para evaluar los daños y asistir a los damnificados. Organizaciones internacionales enviaron ayuda humanitaria, mientras que los habitantes de la ciudad se unieron para apoyarse mutuamente en estos momentos difíciles.
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