Luego de ocho días de los terremotos en Siria, el presidente Bachar al Asad permitió la apertura de dos puntos de frontera con Turquía, para la llegada de ayudas humanitarias para los millones de afectados.
Y es que el noroeste del país está controlado por los rebeldes, y hasta este momento, solo se la había permitido a la ONU ingresar por vía aérea del noroeste del Idlib, lo que ha dificultado esta labor humanitaria.
A la fecha ya van 37.000 muertos por los terremotos de Siria y Turquía el pasado 6 de febrero, por lo que las autoridades han planteado la necesidad de entregar comida, medicamentos, tiendas y otros suministros de manera urgente.
Con el paso de los días, parece que la fase de rescate llegó a su fin, porque las esperanzas de que se encuentre a alguien más con vida es remota. El último fue Hüseyin Berber, quien pasó 183 horas bajo los escombros.
Por ahora, en el país hay miles de niños que quedaron huérfanos ante unas condiciones de vida complejas, más aún, cuando el invierno, las temperaturas bajo cero y un enorme riesgo de problemas de salud aquejan a Siria.
“Estamos hablando de la población de Siria, que ya pasó por 12 años de conflicto. Para describir esta situación, incluso las palabras ‘catástrofe’ y ‘desastre’ no son suficientes. Cuando hablo con colegas sobre el terreno, no pueden encontrar palabras para expresar todo el sufrimiento, la destrucción y las pérdidas que ahora estamos viendo en Siria, principalmente porque a esto suman doce años de conflicto”. dijo a Euronews Fatima Sator, portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).